jueves, diciembre 25, 2008

Andaba medio perdida

Y a ver cuánto me dura el gusto.

En lugar de cena tuve una noche de limpieza. Me puse a ordenar la ropa regada; a separar las calcetas de los chones; a reagrupar los boletos de cine y a leer las cursilerías que escribí en mis diarios con dibujtos a los 14 años.
Es hora de mudarme.

Hace días cometí un error tremendo. Por andar de chismosa con una amiga entrañable terminé contándole a la amiga entrañable de alguien una cosa fea de su entrañable amistad. No fue a propósito: me quivoqué de ventana en el mensajero.
Inmediatamente me disculpé con la cola entre las patas, los cachetes hirviendo y los ojos chiquitos. Y no es que no conozca mi derecho de andar venenoseando con las personas de mis confianzas, pero sé que ofende mucho ser testigo de los venenos que se dicen de los propios, de los que se quiere.
Me disculpé, pues. Pero mis disculpas fueron recibidas como un síntoma de cinismo crónico.
Creo que tengo la sangre pesada.
No importan las buenas intenciones, siempre habrá quien ponga cara de huelepedo debido a mí.
Qué pena.

He comido mucho y he visto mucha tele. No me he quitado la pijama en dos días y tengo unas nostálgicas ganas de salir a patinar.

¿Qué vamos a hacer en año nuevo, solitario lector?

miércoles, diciembre 24, 2008

Trágate tu amabilidad corporativa (con todos mis buenos deseos)

Ohh, qué día tan complicado.
Lo he pasado todo él con la pijama puesta, los pelos enredados y los pies helados; asomándome de vez en cuando al monitor de la computadora para ver qué hay de nuevo en un día en el que es imposible que haya nada nuevo.
Afortunadamente existe el Facebook. Y aunque aún no le entiendo bien, me ha mantenido distraída buscando a las horribles personas con las que alguna vez estudié la secundaria en... Coapa (Ohhh!)
Quería hacerlo desde hace tiempo, pero nomás no lograba recordar el nombre completo ni de las chicas que fueron mis "mejores amigas" durante varios años. Con todo, no soy una mujer que olvida. Mi memoria podrá ser huevona, pero mi basura siempre me devuelve el recuerdo: encontré la invitación de la cena baile que se hizo cuando terminé la secundaria, y cada una incluía los nombres de todos los estudiantes de la generación.
Ando en eso. Siento un malsano orgullo.
Voy en orden alfabético buscando cada contacto. Ninguno parece extraordinario. Con ninguno hay amigos en común.
Y me late el corazón como si les fuera a ver las caras de frente, pero, básicamente, es frustrante: no hay gran cosa, no puedo saber más de lo que la fea foto del perfil me deja saber, y son poquísimos los que han dejado su huella en internet.

Debería cambiar el perfil de este blog. Tan expuesta yo, tan resentida social.

Ahh sí, las fuentes informativas. Me caga que manden correos personalizados con felicitaciones decembrinas. Si lo van a hacer, manden un correo general y se acabó. Nada de poner mi nombre como si de verdad me conocieran.

Ay, pobrecitas las fuentes. Qué culpa tienen ellas de mi amargosidad sin chiste.

Felices fiestas.

sábado, diciembre 20, 2008

El abandono

Hoy, después de días y días y semanas y casi meses me metí a ver qué pedo con Melcocha Barata.
Desde hace más de una año cada encuentro con el blog es una sorpresa. Ha dejado de ser familiar todo él, su contenido y sus nuevas aplicaciones.
Hoy encontré una silueta verde y tintineante que decía algo así como "tienes dos seguidores". ¿Quién podría seguir a Melcocha Barata en pleno abandono? ¿Desde cuándo existe esa silueta tintineante y dónde le pico para crecer los egos de mis amigos?
Una de los seguidores es Sofía, mi amiga. Qué bonita ella, tan considerada.