
Son muchas las que deambulan por ahí rellenando historias, anécdotas, fiestas, discusiones y telenovelas.
Son la amiga de, la ex novia de, la concida de; en fin, los papeles secundarios que hacen montón en los momentos emocionantes y que si corren con suerte, tal vez un capítulo, una escena, una página completa, sea dedicada a ellas, pero no más.
De perfil medio, siempre sufren de amores y desprecios y resignadas se van por ahí a acurrucarse en los brazos de cualquier secundario, que como ellas, no da una.
Son buenas y agraciadas. Nunca lo suficiente para levantar pasiones abrumadas, amoríos revoltosos, insomnios y desvividas de adolescente enamorado. Sólo besitos tibios, manoseos fugaces, miradas borrachas.
Son la enamorada del amigo, la incondicional de Luismi; la buenaondanohaypedo, la alivianda que acepta sin gesto de congoja el acostón casual.
Son la hermana adoptada, bondadosa y maternal, pero esteril; guapetona pero no bonita, sabrosa pero celulítica, lista pero pobre y nunca tan pobre como para merecer que un ricachón la saque de pobre.
Son la que por ninguna razón saldrá en una foto con exceso de belleza, y si resulta con suerte de aparecer destellando cachitos de gracia, algo habrá que desvíe la atención de la imagen: un mal encuadre, una mancha, un borracho atravesado con suéter de rombitos y caguama en mano.
Pero no crea, acongojado lector, que es razón para deprimirse. ¡Vivan las actrices de reparto!, que a falta de gracias y enamorados y ante la pinche selección natural, que a huevo las saca del mapa biológico de la tierra, han aprendido a sobrevivir con garritas cínicas y de paso permiten la supervivencia de los esos protagonistas, suertudotes los cabrones.
La pura clavadez. Es la bronquitis. Urge un broncodilatador.