lunes, junio 18, 2007

Perrita que ladra

Y falso sería decir que no muerde, porque sí.
Aunque es mordidita de pez. Pellizquito para que se callen la boca y nadie note que es pura alardeada.
Perrita que ladra quiere que le acaricien la pancita; que le rasquen las orejas; que noten que mueve la cola; que le den de comer en un tazón suyo suyo nomás.


A punto estábamos de irnos. Acabábamos de estar en un concierto mamonsísimo del Arto Ensamble. Itzel había fingido quedarse dormida para demostrarle a los arto que nada de lo escuchado le había gustado [luego, muchos meses después, patearía sillas (¿o ésa fue Pau?) o saldría con una referencia más elevada para demostrar que no le había gustado lo escuchado. A cambio recibiría cortejos gastados de güeyes impresionables]. El helado de mango estaba todo chorreado en la mochila de alguien; el vino a la mitad con el corcho y la pila adentro (porque descorchábamos con pilas y la bota de Itzel); y las ensaladas césar, a la mitad. Viernes de ensalda y vino, lunes de pizza. Era viernes y queríamos reven. Teníamos un auto, 21 años (¿ó 20?) y escotes. Siempre teníamos escotes.
Se acercó una perra callejera antes de bajar por las escaleras de caracol que apestan a orines de güey de la UNAM. Yo miedosa me alejé. Me dan miedo los perros. Ellas, Pau e Itzel, algo le dijeron; le dieron de comer, ya no sé. La perra movió la cola; se echó; nos enseñó su pancita granosa y sus tetillas rosadas. Entonces fueron risas y un "¿estás en busca de amor, perra?" se escuchó. Creo que lo dije yo; siempre digo esa clase de cosas. Y empezamos a alardear.

Vendí mi auto.






-La verdad es que coger coger no me interesa particularmente. Ésa es la verdad. La intimidad, los condones, la penetración; todo eso se me hace bien retro.
-¿Qué quieres entonces?
-Que me masturbes en un antro o en un restaurante.


*Otra vez las conversaciones de msn al servicio del blog. No hace falta contar las sílabas.

miércoles, junio 06, 2007

Más relatos de odio y jodidez

Regularmente, la mayor parte del tiempo, siempre que es necesario y sin concesiones, me siento fea y boba. No voy a discutir el asunto con usted, coquetísimo lector, así que guárdese en la fantasía cualquier comentario al respecto.
Pero hoy, con todo y mi 1.58 de estatura, mis lánguidos 43 kilos, mi lacio reseco y mi bigotito incipiente me siento bien (pinche) superior, por lo menos a una estúpida vecinita que pide desgañitada, desde su ventana en el tercer piso, ser embarzada por algún baboso de esos que piensa que con condón no se siente nada. Ay, mis prejuicios.
A ella, capullito de la Granjas y la Ramos Millán, florecita de olor especial y sonrisa ingenua, mujercita en cierne en busca de novio con Cabrío barato (de faros con estrobo y bocinotas), en el que le dé vueltas por la colonia, le parece natural ponernos como despertador un selecto repertorio de Kumbia Kings, Alejandro Fernández, RBD y otras chucherías. Así, bien altote, porque a todos nos encanta despertar con Kumbia Kings, Alejandro Fernández, RBD y otras chucherías.
Yo me pregunto, ¿a qué hora mi vecinita de 16 ó 17 años se encuentra con su destino y se embaraza y se casa y se larga a poner musicota a las 6 de la mañana a la casa de la mamá del baboso que no siente nada con condón? Ay, mis prejuicios.
Y yo como ya tengo 47 años, las nalgas flácidas, las chichis caídas y las piernas varicosas, subí a decirle que le bajara, por favor, que no puedo dormir, que ya no importa porque igual ya me voy al trabajo -AL TRABAJO-, que no lo vuelva a hacer porque los vecinos ya se han quejado, pero que yo, chavita como ella, se lo digo en buena onda -EN BUENA HONDA-.


No tengo un remate decente para este post indecente, sólo un "hija de la chingada". Por cierto, me encontré a su mamá en las escaleras. Pobrecita, el tinte rojo no le va.

*Hay un post abajo. Lo escribí al chingadazo, como éste. Igual coméntele; se siente solito.

martes, junio 05, 2007

Jodida

Y le dejo el cansancio para otro relato, uno que salga de una noche de dormir largo con la fase MOR despatarrada en mis sábanas mugrosas.

Las várices me atacan y sólo tengo 23. Debe ser por este maldormir, por este malcomer, por este malcoger y por este malvivir, que, sin miedo a la rechifla, le adjudico al trabajo.







Y conste que le hablo de mis várices nomás porque ya se hartó del cuentito de Alón. Tan monón que está. Pero le dejo, agustísimo lector, la promesa de que las várices tendrán un lugar muy justo en este blog, junto a las estrías, las patas de gallo y las chichis caídas.