martes, marzo 14, 2006

My ex lover is dead

Imagine que estoy borracha y que me tiene de frente sin la posibilidad de abrirme cordialmente porque está esperando nomás conmigo entrar al baño (después de mí), el único, lejano y aislado baño de una aburridísima fiesta en un terreno baldío.

Yo le cuento en mi borracha impertinecia que la pachichez me ganó, que la vida no es justa, que las viejas son una pendejas; los güeyes, unos cochinos y que sigo siendo el rey.

Entonces usted, hastiado e incómodo lector, me contesta sin respeto que deje de mamar. Se arrepiente de inmediato porque ve mis ojazos desorbitados llenos de lagrimitas y le invade la ternura. Pobrecita, piensa, nomás está peda.

Y entonces deja venir el relato rayado (por disco, no por chingón) del ese amor retortijón de los ojotes grandes y las manos chuecas, el ése que me dejó chiflando en la loma después de esperarlo tanto con toda mi adolescencia bruta, mi virginidad obligada, mis senos intactos y mis más refinados versitos.

Creía que nadie le merecía más que yo, y que si alguien le obtenía por voluntad propia (la de él) le iba a mantener desempolvado en una vitrinita, a lado del payasito de cerámica.

Pero no, fíjese.

Los parámetros estéticos no resultaron similares, y eso que el otro cerebro en cuestión gustaba de mechas güeras, figúrese nomás.

Estoy indignada.



Por eso... me congratulo, entre la pesadumbre ajena de mi pobre narratario roto en cachitos, de ser manoseada por un hombre bien inteligente que no le teme a mis dedotes, protuberancias o soberbias. Afortunadamente nuestros parámetos estéticos andan por ái.




martes, marzo 07, 2006

Próximamente este blog cambiará su nombre a "Venga, le invito a llorar conmigo. Autocompadecencia de baja estofa"

Pero como luego me da por recordar el arrumaco y el baboseo sabroso... qué tal que extraño el título original.

Mientras me decido lea los tres posts de abajo que están bien tristes tristes. Ahí dígame si amerita el cambio de línea editorial.

Si tuvera 18, tendría 4 años más para ponerme bien buena

Achacosos, temerosos y frustrosos se han vuelto nuestros relatos, acordamos Paulina y yo en una amorosa llamada telefónica.
Y es que si usted, lector, reciente lector, hubiera conocido la primera melcocha barata, ahora mismo compartiría la idea de que la narradora era digna de un protagónico de serie aolescentesca agringada, o ya de perdis, novela de Televisa horario juvenil.
Bueno, no tanto así, nomás se la pasaba bien, re bien, requete bien.

Entonces, la narradora andaba como por los 17 años mentales, 20 vividos y pesaba como 50 kilos.

Será la contaminación, el sol, el dolor de cabeza, pero los 22 años no me sientan bien.

Le cambio una cajetilla de Camel por una caja de Aspirinas

Es una mala broma, pero me visita sin falta cuando ya va a ser de noche.

No hace falta que le cuente lector, usted ya lo leyó por ahí unas cuantas veces. Si se aprecia de alta cultura, ya leyó por ahí unas cuantas veces.

Nomás le cuento en palabras mortales que no hay mucho consuelo. Es tormento grande recibirla de noche con harta, harta fatiga.
Y es como dicen por ahí, donde usted ya leyó unas cuantas veces, derepente despierto con un deseperanzado sentimiento de mejoría.

Rutina mancuspiana

He decidido acostumbrarme.


A no escuchar música en el metro.

A no leer por las noches.

A dormir temprano.

A comer a mis horas.

A llenarme el hígado de analgésicos.




Si alguna vez se asustó leyendo Cefalea de Julio Cortázar, le conmino a que aprecie con asombro el genio y la exactitud del escritor.