lunes, febrero 15, 2010

Con la novedad

No mame, respetable lector, creo que ahora sí ya llegué a mi límite emo, acá machín.
Ha sido tanto que mi suetersote rojo huele como a sebo, baba, chocolate y perfumito de lo mucho que lo uso para abrigar mis encierros hogareños que no quieren ceder.
Se trató de una tragedia ajena que con los días se salió de foco. Ahora ya ni la pienso tanto, pero dejó una humedad pesada que mantiene las sábanas pegajosas y el pelo crispado.
Me gustaría quitarme el suéter y meterlo en la lavadora, pero me da frío. Además, mi coche no tiene el espejo derecho. Así qué chiste tiene salir.