martes, marzo 24, 2009

Caca, culo, pedo, pis

Me caen bien gordos los locutores de radio que hablan mientras la canción todavía suena. Se me hace bien naco e irrespetuoso decir encima de la música pendejadas como "son las ocho con veinticinco en la ciudad de México; escuchas reactor ciento cinco punto siete", como si no estuviera consciente de la pinche estación que puse y no tuviera reloj.
Hoy, mientras se me iba la vida en el eje 4 sur y contaba las decenas de metrobuses que pasaban mientras yo esperaba con el coche caliente, cual Autopista del Sur, a que en el siguiente siga sí pudiera avanzar, trataba de concentrar en el radio mis furias gratuitas contra el gobierno del Distrito Federal, contra los pobrecitos y brutos brutos policías de tránsito, contra el mismísimo Marcelo Ebrard, a ver si por casualidad sonaba algo emocionante que me distrajera de la frustración del tráfico y de la espeluzante conciencia sobre la nula calidad de mi vida.
Y entonces empezó a sonar Cannonball bajito, mientras el irrespetuoso ése decía babosadas como "ojalá los Pixies vengan", alargando su intervención hasta que la voz de la canción apareciera como si lo demás no importara.
Recordé con furia todos esos cassetcitos con recopilaciones mal grabadas que me hacía cuando era niña. Esperaba con el cassete listo a que apereciera ESA canción en la programación de la que fuera estación para darle rec en cuanto empezara a sonar, pero casi siempre empezaba y terminada cortada por las tarugas intervenciones de esos locutorsuchos.
Luego le cambié a Tizano. Ese wey me cae bien.

Ayer me chocaron el coche. Antier me volví a quedar afuera de mi casa y me tuve que trepar por la ventana del baño. Hoy la salsa de las quesadillas estuvo groseramente picosa.

El teporocho de la colonia. Lo ha sido desde que recuerdo. Lleva 20 años teporocheando en Canela, en Resina, en Avena, igualito siempre, con su cartoncito de Bonafina en la bolsa de la chamarra guanga.
Parece indigente porque anda sucio y tirado en la banqueta. Sabrá dios porque su familia no lo mete a su casa. Nomás lo ven, ahí tirado afuera de la tienda de su papá, de las fritangas de sus hermanas, del negocio de los primos, como si fuera uno de los muchos perros callejeros que rondan por ahí y estuviera echando la siesta.
Ni sé cómo se llama. Hoy lo vi, como casi todos los días, y me conté los años.

sábado, marzo 21, 2009

Chupando los alambres del telégrafo

Andamos todos en el mismo mood, somnoliento lector: escarbándonos las legañas y limpiándonos las babas secas de las comisuras de los labios.










Pero no soy yo la que le va explicar nada. Vaya acá y entérese de qué diablos le hablo.

miércoles, marzo 18, 2009

Yo tenía cinco seguidores y ahora sólo me quedan cuatro

La verdad es que he estado deprimidísima sobándome los pies: resulta que los tengo todos chuecos y deformes por cosa de genética. ¿Recuerda, desinteresado lector, que la autora andaba toda emocionadota porque le valía Darwin y sus teorías revolucionarias? Pues ya no. Mi mamá me heredó sus bodrios, que a su vez le heredó mi abuelo. Mala suerte para mí. Sé de cierto que los hombres aman los pies bonitos, de esos aptos para usar con chanclitas coquetas y hacerles cosquillitas en la INTIMIDAD. Yo, básicamente, no me quito los calcetines.
Pero no, no le voy a hablar de eso después de un mes de no susurrarle cochinadas al oído. En realidad, despreciativo lector, no le voy a hablar de nada más. Nomás pasé a hacerme publicidad en este, su desierto blog.

Si fue a alguno de los conciertos de Radiohead; si presenció con pasmo y desconcierto cómo tocaban así medio desganados Creep; si es fan o medio fan, remítase a ESTA PÁGINA para leer anécdotas de su primera visita a México.