sábado, septiembre 07, 2013

"Últimamente me enoja mucho todo. Será que estoy en edad de merecer (mi cocol)"

La cita es de Diamandina y está llena de verdad.

Acostumbrada, desde mis años tiernos, a vivir más o menos con gusto de la nostalgia, me agarró muy de sorpresa encontrarme a mis 30 años añorando con verdadera desesperación el pasado. O sea, los viejos tiempos siempre me han parecido los mejores, sobre todo los que no he vivido yo, pero ahora incluso mis viejos tiempos, los que en su momento me parecieron insípidos, son los mejores.
Por ejemplo, la primera vez que vino Coldplay estuvo bien padre. En serio. Era 7 de septiembre de 2003, hace exactamente 10 años. Yo tenía 20, un año de ser activa sexualmente y dos de llegar en coche a la universidad. La vida ya se había puesto medio buena, pero iba a conciertos de Coldplay. No todo había cuajado.
La cosa es que sí estuvo bien padre. No sólo porque tocaron casi puras canciones del Parachutes, el único disco de Coldplay al que está bien visto no hacerle el fuchi, sino porque de verdad estuvo padre. Tan padre estuvo que a Cristina la sacaron cargando unos de seguridad porque la juventud estaba tan "entregada" y efusiva que a la pobre la hicieron vomitar (por aplastamiento, no de emoción), y literalmente la chisparon de la valla de contención. Buenos tiempos.
Y eso pasó en un insípido concierto de la insípida y qué-oso-que-te-guste banda Coldpaly. Léase sin sarcasmo.
Casi 10 años después, con 30 cumplidos, 11 de ser sexualmente activa, 7 de no manejar coche para ir a trabajar, 4 de pagar renta, 2 de pagar hipoteca y 1 y medio de ir con el psiquiatra, fui al concierto de Beach House.
Beach House está bien. Está muy bien. En el universo de los gustos musicales suma puntos gustar de Beach House, y supongo que por eso mucha gente fue a su concierto. Yo particularmente estaba emocionada porque Beach House hace el tipo de canciones emocionales y azotadas que me dan dolor de senos. Me siento más yo cuando escucho a Beach House. Me siento una mezcla entre Nico y Amanda Miguel en azul y morado.
Pero en lugar de chillar y agarrarme las chichis me la pasé diciéndole (en mi cabeza) a la concurrencia que se callara. Yo sé que la música salida de los amplificadores da la sensanción de que ninguna conversación podrá escucharse mientras la banda esté tocando. No es así. Los murmullos se escuchan, el movimiento (el de las platiquitas y los saludos, pues), distrae.
En especial esperaba Other People. Es mi canción favorita porque me hace sentir muy miserable pero llena de amor y me gusta sentirme miserablemente llena de amor. O algo. Cuando Victoria Legrand empezó a cantarla, me preparé para "dejarme ir", que en mi caso es ponerme a llorar, cerrar los ojos y mover la cabeza como pacheco escuchando a Pink Floyd. Pero no. El muchacho alto de adelante, que me permitía ver sólo en cierta posición, no dejaba de hablar con la chica de al lado. Él incluso le daba la espalda al escenario y como la muchacha estaba bajita, tenía que agacharse cada que se decían algo. Lo extraño era que en ningún momento dejaban de bailar, como si muy a lo lejos estuvieran escuchando a la banda por la que probablemente pagaron un boleto de 600 pesos, mínimo. Qué entrada tan cara para escuchar música de fondo, pensé. Y Other People se acabó y mi experiencia estética se fue al carajo y deseé que fuera 2003.
Ay, Berenice, ¿pero para qué les haces caso?
Les dije educadamente que se fueran a platicar afuera y se rieron de mí pues porque quiero mi cocol y yo también me habría reído de mí.
Después de moverme a lugares peores, donde todos hablaban, se saludaban, se empujaban para comprar tragos, se barrían, se elogiaban sus atuendos, se tomaban fotos y todas esas cosas que uno hace en las fiestas, en los antros, en los bares, en las reuniones y sus etcéteras donde no hay unos fulanos enseñando el fruto del sudor de su frente y así, me la pasé entre escuchando a Beach House e imaginando lo que les diría a todos estos jóvenes que no tienen respeto por el trabajo de otros ni por sus mayores y QUIERO MI COCOL.
Caí en su diabólico juego. La banda se convirtió en la música de fondo de mi ira.
Y ya que tal vez nunca tenga la oportunida (ni el valor) de decirle a Mijangos que no importa cuántos sellos independiente saque o qué tan bien se vista, siempre que se la pase hablando en los conciertos como si estuviera en el Black Horse tomándose unas chelas al dos por uno, se va a ver muy mal, pues escribo aquí mi furia contra todos aquellos muchachos y muchachas que van a los conciertos a ver a quién se encuentran, no como en mis tiempos.
Y sí: ¿Qué ganan? ¿Por qué no se van al Rhodesia o al Roy a platicar y a saludarse? Les saldría más barato (o no) y sus outfits serían mucho mejor apreciados porque no hay tanta gente amontanada y no dejan entrar a todos. Se les hace fácil, perso se ven mal, SE VEN MAL *agita los brazos*.
Es en estos caso cuando el uso de la palabra naco no es políticamente incorrecto porque se refiere a personas que con desfachatez y prepotencia le faltan el respeto a otros: no sean nacos, gente. Cállense y pongan atención o no pinches vayan a los conciertos.